miércoles, 7 de mayo de 2014

¿Y qué si quiero ser una princesa Disney?



Desde pequeños nos hemos criado (al menos la generación de los 90) viendo las películas Disney, pensando que lo único que quieren transmitir dichas películas es que encontrar el amor verdadero es lo único que te hará feliz en la vida. Por eso, cuando crecemos nos sentimos decepcionados al pensar que hemos sido criados en un “cuento de hadas” que no se corresponde en absoluto con la realidad. Nos sentimos engañados, y estafados, y recriminamos a los adultos porque pensamos que deberían habernos enseñado a enfrentarnos a una realidad desagradecida y cruel.

Acabamos pensando que los príncipes Disney no son más que sarasas inútiles y las princesas son sólo unas doncellas en apuros que necesitan ser rescatadas y no saben hacer nada por sí mismas. Y a día de hoy, vemos a los niños criarse con personajes como los Lunnies (bajo mi opinión, una mala copia de Barrio Sésamo), los Teletubies (¿acaso éstos no son unos sarasas de verdad?) o Pocoyo (¿En serio es esto lo que queremos transmitir a los niños: Poco-yo?).

Personalmente, creo que eran mejor las películas Disney que al menos transmitían la importancia de valores como la fidelidad, el honor, la sinceridad y la amistad, tan carentes en la vida de hoy en día.

Yo no me avergüenzo de haber crecido con las películas Disney. Porque yo sólo veo a una Bella que se metió en el castillo de la Bestia para rescatar a su padre. Una Pocahontas que trataba de evitar una guerra entre los indígenas americanos y los colonos ingleses. Una Tiana cuyo sueño era montar su propio restaurante. Una Jasmin preparada para heredar el reino de su padre. Una Esmeralda defensora de los gitanos en un París agitado. Ariel entregó su voz a cambio de poder ver el mundo fuera del agua, Cenicienta era una criada en su propia casa, Anastasia recorrió toda Europa para encontrar a su familia, Rapunzel se escapa para poder conocer el mundo y Mulán fue a la guerra para evitarle dicha amargura a su anciano padre.

Así que me pronuncio como defensora de dichas princesas. No son unas niñas pusilánimes ni unas doncellas en apuros. Son mujeres luchadoras, aventureras, inteligentes, independientes y emprendedoras. Estas son las verdaderas princesas Disney. Princesas por su coraje, su energía y su iniciativa para enfrentarse a su destino y cambiarlo.


Así que sí. Yo también quiero ser una Princesa Disney.





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