domingo, 29 de mayo de 2011

Epocas Doradas



Ahora que por fin he vuelto a casa, pese a que todo se hace un poco extraño, puedo volver a reencontrarme con todo lo que me era familiar, incluido mi antiguo yo. Y volver a hacer todas esas pequeñas cosas que te hacen sentir un poco más en tu “hogar”.

El otro día fui al cine, y no pude evitar sentirme en cierto modo identificada con el protagonista de la película que vi. Un hombre al que su presente le parece aburrido e insignificante y que preferiría haber nacido en otra época más brillante y asombrosa. Yo también habría querido vivir en otra época, o viajar en el tiempo a conocer las grandes eras brillantes de la Humanidad: los Años 20, el Renacimiento, la Antigua Grecia… Como si todas aquéllas épocas estuvieran rodeadas de un halo de misterio y magia que te atrae como un imán. Como si en ésas épocas pudieras conocer algo sobre la vida o el mundo que hiciera tu existencia más entretenida o valiosa.

Pero viendo la película me di cuenta de que para cada persona de cada época la era brillante habría sido otra distinta de la suya. Una persona de hoy en día querría vivir en los Años 20, mientras que una persona de los Años 20 querría vivir en el Renacimiento y así sucesivamente, sin darnos cuenta de que en realidad la época que nos toca vivir es NUESTRA época dorada. Y aunque pensemos que la vida podría haber sido mejor en otra etapa de la historia, ahora nos toca a nosotros escribir la historia, participar en ella, ser parte de ella.

Todas las etapas de la historia tiene sus partes buenas y malas, aquéllas por las que te maravillas del ser humano y esas otras por las que simplemente no lo entiendes. Incluso en las épocas doradas no todo era dorado, sin embargo al final importa el recuerdo que quedó de aquéllos años. Así que creo que éste es un buen momento para disfrutar nuestra era, para olvidarnos de cuán maravillosa podría haber sido nuestra vida en otra época y empezar a disfrutar ésta vida en ésta época; y para maravillarnos con la generación que nos ha tocado vivir, con nuestra era  de misterio y magia. Y que participemos en el mundo para que la historia también nos recuerde como otra brillante “época dorada de la Humanidad”.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Esperanza


¿Cómo podemos saber si nos hemos equivocado? ¿Si hemos tomado la decisión correcta? ¿Si nos arrepentimos o no?

La respuesta es fácil: No, nunca lo sabrás. Jamás podrás averiguar qué es lo que  hubiera pasado si no lo hubieses hecho. Pero a pesar de todo, sabes, tienes la certeza de que es mejor arrepentirse de haberlo hecho que preguntarte durante toda la vida “¿qué habría pasado si…?”

A veces las cosas llegan tarde. A veces es necesario sufrir para madurar. Parece que el dolor es lo único que nos hace crecer. Porque sólo gracias a ese dolor descubrimos cosas sobre nosotros mismos y sobre la vida que no habríamos podido aprender de ninguna otra manera.

A veces el destino está escrito. Porque a veces la decisión dolorosa es la única que te permite seguir creciendo. Es la única que te lleva a escuchar esas palabras que te devolverán la calma y la paz que creíais perdidas. Unas palabras que te devolverán la conciencia sobre lo que solías ser. Y que te recordarán tus principios. Tus bases. Tu carácter. Aquello sobre lo que puedes volver a construir.

Pero, ¿de verdad era la única manera? Probablemente sí. ¿No era posible escuchar esas mismas palabras hace dos meses? Probablemente no.

A veces el sufrimiento y el dolor son lo único que te mueve a seguir adelante. Y a mantener una esperanza ciega en un futuro incierto. Una esperanza ciega en que, en algún momento, ocurrirá algo que te devolverá la sonrisa.

Y del más profundo dolor surge la más pura esperanza…