Hay instantes en la vida que te
recuerdan que vale la pena vivirla. Pequeños momentos efímeros que se dan muy
poco a lo largo de todo el camino. Pero, a veces, de pronto, te encuentras
viviendo uno. Sientes que el mundo fuera podría haberse paralizado mientras tu
disfrutas de ese pequeño instante. Y sólo cuando estés preparado para volver a
enfrentarte a la realidad de fuera, saldrás y el mundo seguirá su curso.
Son momentos en los que ni la
comida, ni el vino, ni la música de ambiente, ni el lugar, ni la compañía
podrían ser mejores. Y sientes, a ciencia cierta, que nadie en toda la faz de
la tierra, podría estar teniendo una noche mejor. Porque nada ni nadie podría
mejorarla.
Momentos en que las condiciones
más disparatadas se confabulan para crear instantes únicos. Irrepetibles. Momentos
que te recuerdan que la vida es aquí y es ahora. Porque lo que te espera fuera
cuando vuelvas a salir a la fría noche invernal nadie lo sabe. Y el mañana es
sólo un misterio.