martes, 21 de julio de 2015

Cuando no hay respuestas


Hoy es uno de esos días en los que, por más que quisiera, de ninguna manera podría explicar cómo me siento. Es como si estuviera demasiado saturada y no pudiera entender ninguno de los sentimientos que pasan por mi cuerpo. Me miro a mí misma y me pregunto qué me está pasando. De qué manera he llegado a esto. En qué momento me perdí. Y si algún día fui consciente de mí misma. De, simplemente, ser.

Es como si me pasara la vida esperando. Esperando que el entorno o las personas me den las cosas que no encuentro dentro de mí. Como si no supiera ser yo misma. ¿Cómo se aprende a ser uno mismo? ¿Cómo te arreglas cuando piensas que estás roto? ¿Se puede arreglar algo que se ha estado haciendo mal durante mucho tiempo?

Siento como si toda mi vida fuera inestable, impredecible, incierta. Pero ¿cómo aprende uno mismo a ser su propia estabilidad? A saber que aunque todo varía, que aunque desconozca qué pasará mañana, yo seguiré ahí y seguiré siendo yo, y no pasará nada porque sabré que sólo me necesito a mí misma para sentir seguridad. Que es dentro de uno mismo donde se encuentran las cosas que nos hacen falta. Pero, ¿cómo hacer las cosas diferentes para no acabar siempre en el mismo punto? ¿Cómo hacer que las cosas no te afecten?

Quizá todo sería más fácil si pudiéramos identificar lo que queremos, o lo que necesitamos. Pero, creo que quizá esto son cosas que nunca se llegan a saber con claridad. Y hay que seguir caminando por la vida sin saberlas. Incluso sin entenderse a uno mismo. Porque dicen que la vida hay que vivirla, no entenderla, y por eso nunca encontramos respuesta para tantas preguntas. Pero yo aún no he averiguado cómo se hace eso y me pregunto si sólo lo dicen las personas que saben no darle vueltas a la cabeza para justificar su falta de respuestas.


Y sólo hasta aquí puedo leer.


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