jueves, 19 de enero de 2012

Berlín




Alguien me dijo una vez que el ayer no existe, que el ayer es hoy. Lo que somos hoy no es más que el resultado de todo aquello que hemos vivido, que hemos sido. Pero todo eso, ya no existe. Solo permanece su reflejo en el presente.

Ahora, tras haber visitado la que posiblemente sea la ciudad más nueva de Europa, creo que comienzo a darle significado a esa frase. 

Berlín. Una ciudad arrasada durante la Segunda Guerra Mundial y que tras ella, fue dividida, vuelve a erigirse para devolverle a Alemania la gloria del que un día fue el Sacro Imperio Romano Germánico. Una ciudad que te recuerda lo cruel, egoísta y destructivo que puede llegar a ser el ser humano.

Y yo, caminando amarrada a tu cintura, recorro cada calle de esa ciudad que me hace pensar que también yo soy el resultado de todo lo que he vivido. Que también yo me he reconstruido a mí misma. Y la ciudad no es más que el reflejo de mi alma. Un alma en el que una sonrisa, una caricia o un abrazo son suficiente ánimo para seguir construyendo. Porque permanecerán en mi memoria, en mi corazón, en mi ser. Las salchichas, los noodles y las crepes de nocilla. Los paseos al lado del río, las largas caminatas de tu mano y las apuestas. Sus muros, sus calles adoquinadas, sus esquinas llenas de historia escondida. Mi confianza ciega en que, aunque perdidos, siempre sabes a donde vamos. La alegría de que quieres llevarme contigo. Y la ilusión de que sigamos construyendo juntos. 

La ciudad, al igual que yo, restaura su alma, manteniendo sus errores escondidos pero presentes con la intención de no volver a repetirlos, de aprender de ellos. Para reedificar su presente.

Berlín. Una ciudad que se ha reconstruido a sí misma. Una ciudad que, cual ave fénix, ha resurgido de sus cenizas mas fuerte que antes. Una ciudad cuyo ayer se ha borrado de la memoria de la historia. Pero que al mismo tiempo quiere permanecer en el recuerdo para que el ser humano no olvide el daño que hacen el odio, el rencor, la envidia y la injusticia. Una ciudad cuyo ayer es el propio presente que está reconstruyendo para sí misma. Porque el ayer ya no existe. El ayer, es hoy.