sábado, 3 de diciembre de 2011

Porque siempre llega cuando menos lo esperas...


 - ¿Por qué estás triste?

- Porque no quiero volver al mundo real.

- ¿Qué tiene el mundo real para que no quieras volver?

- Que tú me repitas constantemente que no somos nada y que yo me lo tenga que creer. Que un día me hagas pensar que te importo y al siguiente sigas jugando conmigo.

- ¿Y si decidiéramos dejar de ser nada y ser algo?

- Da miedo. Da miedo reconocer que quiero algo más. Asusta que tu también quieras algo más.

- ¿Por qué da miedo? No habría ninguna diferencia. Actuamos como si fuéramos algo pero sin haberle dado nombre. ¿Qué es lo que te asusta?

- Dejarte entrar. Es demasiado pronto. Parece demasiado pronto. Perdería la magia de la clandestinidad. Caricias escondidas, besos robados, miradas cómplices, guiños furtivos… Me da la sensación de que hemos llegado demasiado pronto a ese punto.

- ¿Pronto para quién? No existe el tiempo para el amor. Nunca puedes controlar cuando llega. Siempre pasa sin llamar, se cuela por los recovecos del alma y entra sin que lo notes. 

- Se nos ha ido de las manos.

- No. Hemos dejado que se nos fuera de las manos. Queríamos que esto pasara pero no teníamos el valor suficiente para reconocérnoslo a nosotros mismos, así que simplemente, lo disfrazamos y jugamos con ello hasta que se ha hecho demasiado patente como para seguir negándolo. 

- Sé que tienes razón. Pero no necesito ponerle nombre. Hemos encontrado una isla en un mundo de perdición. Y eso es lo que somos. Náufragos en una isla. O al menos, eso es de lo que quiero convencerme. 

- ¿Qué es lo que quieres?

- Que dejes de jugar conmigo. Que tengas cuidado con lo que haces.

- ¿Qué es lo que quieres?

- Que seas sincero conmigo. Que te des cuenta de que soy frágil. 

- ¿Qué es lo quieres?

- Quiero lo que todo el mundo anhela en lo más profundo de su ser y poca gente se atreve a reconocer.